cultivo de uva

El cultivo de uva: ¿cuáles son las mejores prácticas a implementar?

En Argentina, el cultivo de uva alcanza una superficie cultivada de 223.000 hectáreas, aproximadamente. De este total, el 95% de los viñedos está situado en Centro- Oeste del país, especialmente en la región de Cuyo. Aquí se producen la mayor parte de los vinos de exportación.

El ingreso y el incremento de la presencia de los vinos argentinos en los principales mercados vitivinícolas a nivel internacional es el resultado de la especialización en términos de producción y de la aplicación de nuevas tecnologías orientadas al sector, que han dado como resultado un producto de excepcional calidad.

A raíz de la alta demanda, los productores de vid buscan constantemente optimizar los procesos de elaboración y utilizar prácticas más efectivas en su labor diaria, sin embargo, ¿cómo hacerlo y alcanzar buenos resultados?

El secreto está en las buenas prácticas para el cultivo de uva. Una serie de recomendaciones cuya adopción contribuye a reducir las pérdidas y maximizar los resultados financieros de tu empresa vitivinícola.

1. Adecuada elección del terreno de cultivo

Si bien la planta de vid se adapta a varios tipos de ambientes, la elección de un excelente terroir es fundamental, esto involucra suelo rico en materia orgánica, clima soleado y relieve que favorezca un buen drenaje. 

Para el correcto crecimiento, las uvas deben ser cultivadas en líneas con 50 centímetros de ancho por 80 centímetros de profundidad, este espacio permitirá desarrollar sus raíces horizontalmente y verticalmente. 

Otro aspecto importante es evitar suelos con más de 25% de arcilla, asegurar la presencia de carbonatos y analizar el suelo para determinar el grado de acidez. La mayor parte de las variedades de vid crecen en suelos con niveles de pH entre 6.5 y 7.5, sin embargo, hay tipos de uva que soportan un rango más amplio de variación de pH.

2. Selección del patrón 

Seleccionar adecuadamente el patrón influye directamente en la calidad, el rendimiento y en el comportamiento del cultivo de uva.

La adopción del mejor patrón depende de la sensibilidad de la variedad del cultivo a determinadas condiciones como estrés hídrico y salino, la resistencia a enfermedades, la adaptación al nivel de calizas y el pH del suelo. Además de estos factores, la elección del patrón también debe considerar la textura del suelo, la presencia de cultivos anteriores y la fertilidad natural del espacio.

De hecho, la elección acertada de un patrón de cultivo perfectamente adaptado al suelo y al clima tiene como resultado una elevada eficacia de absorción de nutrientes. Esto reduce los costos productivos y colabora a la sustentabilidad del cultivo de uvas. 

Es importante señalar que, la capacidad de los patrones para absorción de los nutrientes está directamente relacionado con la forma en que las raíces de las plantas se distribuyen en el terreno. 

3. Condiciones climáticas adecuadas al cultivo de uva

El crecimiento de las plantas está estrechamente relacionado con las horas de luz solar y la temperatura. En el caso del cultivo de uva, vale la pena señalar que los procesos ligados a la nutrición de las plantas son más lentos en temperaturas inferiores a los 20°C.

A medida que la temperatura aumenta, las plantas mejoran su ritmo de crecimiento y alcanzan el máximo rendimiento cuando se llega a los 25 a 30°C. La actividad fotosintética vuelve a caer, cuando el cultivo es expuesto a temperaturas cercanas a los 35°C.

En conclusión, es recomendable que el cultivo de uvas sea realizado en zonas con un rango de temperatura entre 20 y 30°C.

4. Control de la necesidad hídrica

La demanda hídrica varía de acuerdo a la etapa de vida del cultivo y cuidarla este aspecto es fundamental para que la planta crezca sana y tenga un excelente rendimiento. 

En el período de brotación, es necesario un aporte hídrico de 15 mm, aproximadamente. Este valor baja a 10 mm en la fase de floración, inclusive, una cantidad mayor puede afectar el desarrollo de las flores. 

En las etapas de cuajado y de maduración, los requerimientos de agua se elevan alcanzando valores entre 60-120 mm y 80-100 mm, respectivamente. Luego, en la etapa de cosecha no debe superar los 40 mm. En efecto, la cosecha debe ser realizada en períodos secos para no afectar la producción y la calidad del producto.

5. Poda en el momento adecuado

Podar es imprescindible para darle forma a la parra y lograr el equilibrio entre el fruto y el follaje para asegurar el máximo crecimiento y producción de las plantas. En lo que se refiere a la época de poda, la mejor práctica es llevarla a cabo en invierno, dejando la planta lista para la primavera.

De hecho, la mayor parte del crecimiento se poda en la temporada anterior y se dejan un determinado número de sarmientos de acuerdo con la variedad de la vid y las prácticas locales. Por lo general, se realiza una poda corta, dejando en la parra apenas de 2 a 6 sarmientos para la próxima temporada.

Otro dato relevante es que al hacer la remoción de los nuevos brotes y de las hojas de la base antes del período de cuajado, se abre el dosel de la planta. Esto favorece la eficacia de las pulverizaciones y la penetración de la luz solar. 

6. Aporte de reguladores de crecimiento

Los reguladores de crecimiento son sustancias importantes para que la fruta crezca de manera saludable y cuente con las características físicas y nutricionales adecuadas. En este sentido, destacamos dos componentes: la cianamida de hidrógeno y el ácido giberélico o GA. 

La cianamida de hidrógeno debe ser implementada antes de la poda invernal, ya que favorece la brotación uniforme y temprana de la planta. Por otro lado, la hormona de crecimiento, también conocida como ácido giberélico debe ser aplicada durante la floración, esta sustancia reduce en un 30% el cuajado favoreciendo el aumento del tamaño de la uva y el desarrollo de una forma oval alargada.

7. Siembra de cultivos de cobertura

Al sembrar cultivos de cobertura es posible reducir la erosión del suelo, principalmente en los suelos arenosos que son muy sensibles a la acción eólica. Además la presencia de estos cultivos reducen significativamente la presencia de polvo en los racimos de vid. 

Pero, ¡atención! Dependiendo del suelo, es recomendable que la siembra de este tipo de cultivo sea realizada después que las raíces de la parra estén muy bien arraigadas al suelo, es decir, cuando la planta tenga entre 4 y 5 años de edad.

Buenas prácticas para una mejor producción

Las buenas prácticas en el cultivo de uva son la mejor forma de lograr frutas de alta calidad, tanto para consumo, como para la elaboración de vinos.

Esperamos que al leer nuestro artículo hayamos aclarado tus dudas con respecto a ellas y puedas rápidamente implementar estas soluciones. La finalidad es optimizar el proceso de cultivo de uva para lograr mayores beneficios y rendimientos. ¡Súmate a nuestra comunidad y comenta si tienes otras buenas prácticas para compartir!

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